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True Fact

I was born and raised in Puerto Rico. Oh yeah! I am a proud Boricua. But it is amazing to think that I was born an American Citizen, yet I was not aware of its true meaning when I lived at the island. Because calling yourself “American” while living in Puerto Rico was taken as a political party shout out, praising the «Empire», it’s «neglecting your history…». Even when I moved to “the States” people said I was getting “assimilated”…I truly never understood that one; maybe it’s because I started eating Peanut Butter and jelly sandwiches more often. LOL!

But it wasn’t until I visited Brazil for the first time that it really hit me… I am “American”. When the officer at the airport asked for my passport, she started by talking to me in Spanish, but, as soon as she saw my passport she switched to English. Hmmm… this was a surreal experience.

I have officially lived in Arizona half of my life, and yet, I am treated as a foreigner by many. “Do you have a visa?” They asked. «I can’t believe your advanced vocabulary!” They said.

Living in the «diaspora» helped me understand the root of my ethnicity and it’s history. I now understand the history of Puerto Rico much better, and I am able to see it from outside. Sometimes I feel like Nemo… yes the fish. After he left the amazing coral and discovered a bigger world, full of adventures. With a new understanding of the meaning of my flag, and the struggles of my people.

Yet, I keep asking myself why people treat me as a foreigner here in “The States” where I live and it always comes down to the color of my skin and my accent. An accent that comes from refusing to forget my first language. An accent that represents the struggle to better communicate so YOU can understand my story.

Today, we are living in a time of change. And I hope my fellow Puertorrican brothers and sisters in the Island and in the «diaspora» are able to contribute towards changing how we are seen by other fellow Americans here in the USA and around the world.

We cannot keep existing as a Colony! We need to wake up and decide to be an active participant in this world’s politics and create change.

I have officially lived in Arizona half of my life, and yet, I am treated as a foreigner by many. “Do you have a visa?” They asked. «I can’t believe your advanced vocabulary!” They said.

Hecho real:

Nací y crecí en Puerto Rico. ¡Si! Soy un Boricua orgulloso. Pero es asombroso pensar que nací siendo Ciudadano Estadounidense y que no estaba consciente de su verdadero significado cuando vivía en la isla. Porque llamarse “Ciudadano Estadounidense” mientras vivía en Puerto Rico era tomado como formar parte de un partido político, alabando al Imperio, “desairar tu historia” … Incluso al mudarme a “Estados Unidos” la gente decía que me estaba “asimilando”, «integrando» … Realmente nunca entendí ese concepto de «asimilarme»… tal vez sea porque comencé a comer sándwiches de mantequilla de maní y mermelada con más frecuencia. lol!

Pero no fue hasta que visité Brasil por primera vez que realmente me di cuenta, yo era «Ciudadano Estadounidense». Cuando el oficial en el aeropuerto pidió mi pasaporte, me estaba hablando en español, pero cuando vio mi pasaporte cambió al inglés … hmmm … Para mi esta fue una experiencia surrealista.

He vivido oficialmente en Arizona la mitad de mi vida , sin embargo, muchos me han tratado como un extranjero. Son muchas las ocasiones en las que me han dicho «¿Tienes visa?» , tambén me han comentado «¡No puedo creer que tengas un vocabulario tan avanzado! «.

Vivir en la diáspora me ha ayudado a comprender la raíz de mi nombre y su historia. Ahora entiendo mucho mejor la historia de Puerto Rico y puedo verla desde “afuera”. A veces me siento como Nemo … sí, el pez, después de que dejó el increíble coral y conoció un mundo más grande lleno de aventuras. Con libertad para comprender el significado de mi bandera y las luchas de mi pueblo.

Sin embargo, sigo preguntándome por qué la gente me trata como un extranjero aquí en «Estados Unidos» donde vivo y siempre se reduce al color de mi piel y mi acento. Un acento que proviene de negarme a olvidar mi primer idioma. Un acento que representa la lucha por comunicarme mejor para que ELLOS puedan entender mi historia.

Hoy vivimos una época de cambios. Y espero que mis hermanos y hermanas puertorriqueños en la isla y en la diáspora puedan contribuir a cambiar la forma en que otros compatriotas estadounidenses nos ven aquí en los Estados Unidos y en todo el mundo.

¡No podemos seguir existiendo como Colonia! Necesitamos despertar y tomar una decisión para participar mejor en la política mundial y lograr un cambio verdadero.

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Amando la cocina

Antes de mudarme a Estados Unidos mi tiempo en la cocina era limitado. No porque no me gustase, sino por muchos factores que me impedían desarrollarme como me hubiera gustado. Con el tiempo me convertí en una espectadora de gente que verdaderamente cocinaban con un sazón digno de cualquier profesional. Por ejemplo mi hermana, muy buena en inventar cosas diferentes, también mi tía Esther, que no he conocido persona con un mejor sabor que el de ella a la hora de cocinar. Lo mío un poco habían sido las pastas y los postres.

Pero la necesidad es la madre de la inventiva. Al mudarme a vivir a Georgia, recuerdo en ese momento habían al menos dos localidades de comida puertorriqueña y la misma cantidad de «guaguitas» que trabajaban por temporada, es decir en el tiempo caliente únicamente. Además, en ese momento yo vivía en un campito lejos de todo, es decir que si quería ir a visitar alguno de estos lugares era manejar dos o más horas para llegar al lugar.

No me quedaba otra cosa que aprender. Recuerdo que lo primero que me tocó hacer fue una ensalada de papa para una fiesta de cumpleaños. Esta era la especialidad de mi mamá en Corozal. Quien conoce a mi familia sabe que la ensalda de mi mamá era el complemento perfecto para cualquier actividad. Recuerdo en épocas como Navidad mi casa se convertía casi en una fábrica de producción. Mi mamá tenía tanto trabajo que recuerdo se molestaba si alguno de nosotros se ofrecía a llevar ensalada a alguna fiesta de la escuela o algo similar. Era casi un delito. Con el tiempo, mi mamá enfermó y dejó de confeccionar su especialidad. Recuerdo haberla escuchado decir que ninguno de sus hijos había sacado ese talento para las ensaladas. Entonces con esos estándares imagínense mi estrés. Recuerdo primero haber consultado con mi hermana Aiola, ella me puso al tanto de las diferencias en técnicas entre lo que hacía mi mamá y las demás personas. Luego mi mamá me dio la receta paso por paso. Un gran gesto de su parte, pues ya su enfermedad estaba muy avanzada como para preocuparse por trivialidades como esa.

El hacer esa receta me transportó a infinitos recuerdos de mi infancia. A la fiesta para la que la estaba preparando asistieron personas estadounidenses, venezolanas, coreanas, entre otras nacionalidades. Para mi sorpresa fue un éxito, a todos les encantó. Recuerdo que esa noche lo único que yo repetía era que «esta es la receta de mi mamá». Esa noche todos se fueron con un pedazito de mi familia. Desde entonces me di a la tarea de sumergirme en la cocina. El amor llegó por necesidad…pero era algo que no había sentido antes. Ahora quería aprender a hacer de todo y al mismo tiempo.

Los inventos no pararon a partir de ese momento. Utilizando las herramientas digitales como YouTube y Facebook comencé a preparar todos esos platos con los que crecí y los que me dieron mi identidad puertorriqueña. Recuerdo cuando preparé mis primeras alcapurrias. ¡Que mucho trabajo me dieron! Mis respetos a las personas que se dedican a venderlas. El lechón asado, arroz con gandules, tembleque y coquito para la Navidad nunca pueden faltar. Sorullitos, arepitas, pastelillos, empanadillas, rellenos de papa, entre otras frituras no han faltado en nuestra mesa.

Pero, hablemos de los ingredientes. Que difícil es poder encontrar en el supermercado ciertas cosas esenciales para nosotros a la hora de cocinar. He sufrido tratando de encontrar por ejemplo el recao’ sin saber que aquí le llaman culantro. Los ajíes dulces se le conoce como cachucha pepper, el pimiento verde como Cubanelle. Es decir, he tenido que aprender el nombre de ciertos ingredientes que acá le llaman de otra manera.

El precio de las cosas que encuentras es otro problema. Yo he sabido pagar casi diez dólares por una alcapurria y una malta. ¡Diez dólares! En ocasiones te emocionas tanto por encontrar eso que deseas comer con ansias que pierdes el sentido de cuánto te está costando darte ese gustito. Uno entiende que las cosas tienen que ser más costosas por el manejo, pero vamos que estamos aquí para trabajar no porque seamos personas adineradas. He optado por tratar de cocinar todo lo relacionado a la comida puertorriqueña por estos mismos costos.

Hablemos de los postres puertorriqueños. Puedo decir que es mi especialidad. Lo primero que preparé fue un flan. Recuerdo que ese primero fue muy normal, pero luego vinieron los distintos sabores. Los quesitos, esos en un principio no me quedaron como debían pues el hojaldre que encontré no era de buena calidad. Los polvorones y mantecaditos son mis favoritos a la hora de cocinarlos por el olor que dejan impregnado en la casa. Aprender a confeccionar bizcochos mojaditos al estilo puertorriqueño ha sido una de las experiencias más gratificantes. Tengo que admitir que en cuanto a los bizcochos tengo a la mejor profesora de todas, mi amiga Michelle Rivera. Ms. Rivera cuenta con un sinnúmero de clases a través de la Internet para que puedas aprender a realizarlos y decorarlos. En ese último departamento debo admitir que me queda mucho camino por aprender.

En fin, que este amor por la cocina cada día crece más y parece infinito. Es un ejercicio para liberar el estrés que me acerca a mi identidad como puertorriqueña. En lo personal me gustaría compartir con el resto de la diáspora lo que he aprendido hasta el momento. ¿Cuál receta te gustaría que compartiera?

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En tiempos del COVID

Al momento de escribir esta bitácora nos encontramos sumergidos en una ola de contagios y muertes por el ya famoso COVID-19. Mucho hemos escuchado hablar sobre el coronavirus y las medidas de prevención que debemos tener. Lavarse las manos, mantener seis pies de distancia, evitar lugares cerrados, entre otras tantas medidas. Pero ¿quién te prepara o te habla sobre el no poder ir a visitar a tus padres o abuelos durante la pandemia? ¿Quién te habla sobre el miedo a que nuestros familiares se enfermen mientras nosotros estamos lejos de casa? Uno no se prepara para un escenario de salud como este cuando decide emigrar. No estamos hablando de un huracán o terremoto en donde llevas toda tu vida aprendiendo a cómo manejarte ante estas situaciones. No es algo que pensabas «umm ¿qué hago si hay una pandemia?

Al vivir en Georgia, uno de los estados con un aeropuerto especializado en conecciones, tenía la habilidad de encontrar vuelos a Puerto Rico muy económicos a cualquier hora del dia. Es decir al más mínimo atisbo de «home sick» me montaba en un avión y en tres horas estaba en casa. Saber que en cualquier momento podemos abordar un avión y regresar a nuestro país es algo que ayuda a sobrellevar la distancia a quienes estamos fuera. Este limbo de incertidumbre genera preocupación entre las personas migrantes. Lo cierto es que incluso viviendo en la isla, en este momento podemos estar en el mismo barrio que nuestros familiares y amigos, y sin embargo no podemos abrazarlos, ya que en el mejor de los casos debemos mantener una distancia mínima de seis pies.

Teniendo en cuenta que la salud y nuestra seguridad son lo primero, hemos tenido que adaptarnos a este presente desconocido. No existe un manual que nos guíe ante esta coyuntura tan difícil. Sólo esperar que quienes toman las decisiones lo hagan con conocimiento y honestidad. Yo, mientras tanto, trato de mantener comunicación diaria con mi familia en la isla. Expresarles tus preocupaciones sin ser alarmista e instruirlos a llevar todas las medidas de seguridad es importante. Mantente informado de cómo se comporta el virus en Puerto Rico. Comparte tus inquietudes con tus amigos en donde sea que te encuentres viviendo. Trata de limitar la cantidad de noticias que consumes sobre la pandemia, pues esto te generará más ansiedad, y busca siempre las noticias positivas del dia.

«No estamos en el mismo barco, estamos en el mismo mar, unos con yate, otros con lancha, otros en salvavidas y otros nadando con todas sus fuerzas. Seamos empáticos.»

¿Cuéntame que haces para manejar la ansiedad de estar lejos de tu familia y seres queridos en tiempos del Coronavirus?

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